Las últimas elecciones generales en España presentan la radiografía de un país diverso y plural. Estas elecciones reflejan cómo ha cambiado la política española en los últimos años con elementos similares a los países de nuestro entorno: diversidad, pluralidad, polarización, las amenazas a la democracia liberal y la amplificación en las redes sociales de una realidad sentida, frente a una realidad factual, entre otros.
Una radiografía de las elecciones españolas del 28A
El bloque de izquierda (PSOE, Unidas Podemos y Compromis) refuerza su posición con 165 escaños frente a las 156 de las elecciones anteriores. El PSOE ha sido uno de los grandes ganadores, recogiendo un amplio espectro de votantes del centro, que mira al futuro con esperanza y prudencia.
El bloque de derecha, como conjunto, no ha conseguido alcanzar sus expectativas, que algunas personas tildan de gran fracaso. Entre las causas que se barajan están, la fragmentación en tres partidos (PP, Ciudadanos y Vox), el que se han polarizado más hacia la derecha cediendo el centro, y en abandonar un discurso moderado.
En este contexto de mayor polarización, Vox ha irrumpido en el panorama nacional como quinta fuerza política alcanzando a un 10,26 % de los electores con 2,6 millones de votos.
Según el experto Francisco Camas, de Metroscopia, los electores de los grandes partidos políticos se caracterizarían por estos elementos:
PSOE: Femenino, esperanzado y prudente
PP: Envejecido, tradicional y leal
Ciudadanos: Urbano, estratégico y cansado.
Unidas Podemos: Joven, resistente y exigente.
Vox: Masculino, desacomplejado y exaltado.
España: Diversa y plural
España se reconoce como un país diverso y plural. La realidad política lo evidencia, pero también nuestra realidad social lo acredita.
Diversidad
Donde otras personas hablan de fragmentación, a mí me gusta hablar de diversidad y pluralidad. La pluralidad manifiesta el grado de diversidad de una sociedad. Desde un punto de vista electoral, esta diversidad depende del sistema electoral que se aplica, que en ocasiones puede tender a simplificar la representación parlamentaria dentro de la heterogeneidad social.
Esta diversidad de partidos supone un abanico de opciones políticas más amplio y variado, lo que en principio es bueno en términos democráticos, pese a que esto no siempre sea del todo clarificador para los votantes. De hecho, hoy más que nunca se ve necesaria una madurez media de los electores suficiente para valorar las distintas posturas y tomar una decisión de voto. Los niveles de indecisión elevados que precedieron a las votaciones del 28A dan cuenta de esta situación.
Polarización
Otro elemento que caracteriza a la realidad política contemporánea es la polarización. Da la impresión de que la distancia ideológica entre partidos, sean muchos o pocos, ha crecido en las últimas décadas. Esta tendencia se explica debido al desplazamiento de algunos partidos tradicionales, pero sobre todo por la aparición de nuevos partidos que retan al sistema desde posiciones más extremas.
La desconfianza en las instituciones ha ido creciendo, y en muchas ocasiones se hace complicado entender sus dinámicas o mecanismos de ajuste, sobre todo cuando anteponen intereses de las grandes corporaciones, sobre los ciudadanos. En estas últimas décadas, un ala de la derecha se ha movido hacia posiciones cada vez más extremas, desembocando en situaciones de progresiva polarización. Esta tendencia se vive en buena parte de nuestros compañeros y compañeras de camino dentro de la UE.
De una realidad factual a una realidad sentida
Diríamos que la polarización no sólo incumbe a la discusión ideológica, sino que ha entrado sobre todo al terreno emocional. Este giro afectivo que impregna desde décadas el marketing, que afecta a nuestros hábitos de consumo, ha abandonado el anclaje en una realidad factual para pasar a una realidad sentida. Ser consciente de esta tendencia en el juego político nos ayudará a zambullirnos en la realidad con nuevos matices y con una necesidad de tener una mirada integral. El feminismo y Martha C. Nussbaum, con su dimensión cognitiva de las emociones en la vida moral, apuntaban desde hace tiempo a que el comportamiento político no era todo razón, sino que necesitábamos incorporar en el análisis la dimensión afectiva y los análisis de la inteligencia emocional. Esta tendencia a una polarización afectiva se hace aún más patente con la irrupción del populismo, la llegada de la sociedad posfactual y la gran influencia que las redes sociales están jugando en el escenario político.
La amplificación en las redes sociales
La polarización afectiva es amplificada por las redes sociales a través de dos componentes. Por un lado, las redes se nutren y viralizan emociones negativas como la rabia, la ira y el enfado, que son las emociones que pretenden generar las campañas políticas “negativas” o de crítica al adversario para movilizarnos.
Por otro lado, hay certeza que la información que circula por las redes no suele ser contrastada y se viraliza en décimas de segundo. La exposición continuada a una información tan simple y con tanto poder de convicción genera estas sensaciones y convencimiento. Así, las redes sociales nos muestran cosas útiles sobre política, pero también generan una convicción de que somos expertos politólogos. Estas tendencias a creernos expertos en todos los campos, también en la política, fomenta cierta soberbia y deteriora una sana humildad intelectual que permita dialogar y asegurar la tolerancia y el respeto hacia las personas que tienen una concepción o visión del mundo distinta a la propia.
Las amenazas a la democracia liberal
Si llevamos la polarización afectiva a su máxima expresión, provoca un rechazo sobre la legitimidad del otro dentro del sistema. ¿Cómo podremos gestionar entonces en España la arena política cuando el mismo juego democrático es cuestionado?
Cuando favorecemos la polarización afectiva, estas violaciones al marco de juego no son exactamente simétricas. En general, existen los que toman la parte por el todo y creen que su visión es la única legítima y admisible para el país y para la democracia. Son aquellos mismos que toman iniciativas de descrédito, desprecio y que incitan al odio y al miedo. Esta tendencia se suele agravar cuando desde las instituciones se sobrerreacciona, o se utiliza la fuerza de forma desproporcionada, limitando la diversidad, la pluralidad y la expresión pacífica de la divergencia.
¿Estamos entonces ante un callejón sin salida?
A mi modo de ver, creo que existen fórmulas para caminar con esperanza en este mundo diverso y plural, también en el juego político. Pasa porque cada cual asuma su responsabilidad y compromiso para informarse mejor, para conocer sus emociones, para dialogar o discutir opiniones sin desacreditar o perder el respeto, y para ser responsables con la información que se viraliza en las redes, entre otros.
Se hace necesario educar en el valor de la democracia. Todos sabemos que es limitada y vemos que muy vulnerable, pero frente a otras alternativas conocidas, continúa siendo lo mejor que tenemos, aunque sea por ahora. Precisamos de una ciudadanía responsable, madura, capaz de gestionar la riqueza de la diversidad, de hacer frente a las distensiones y conflictos, y de asumir su responsabilidad y compromiso en la construcción de una sociedad más justa y solidaria en la cual todos podamos sumar y sentirnos parte de un proyecto común. El contexto por desgracia no parece que esté para “tirar cohetes”, por esa razón apoyar en la cimentación de una ciudadanía activa y comprometida, se hace aún más urgente y necesaria.
* Os jesuítas em Portugal assumem a gestão editorial do Ponto SJ, mas os textos de opinião vinculam apenas os seus autores.