Arrupe llevaba dentro el “shock de futuro”

Pedro Lamet, sj es escritor y uno de los principales biógrafos del P. Pedro Arrupe. Ven a Portugal, por invitación del PONTO SJ y de la editoral Tenacitas, para hablar sobre el proceso de beatificación de Arrupe y su último libro.

Pedro Lamet, sj es escritor y uno de los principales biógrafos del P. Pedro Arrupe. Ven a Portugal, por invitación del PONTO SJ y de la editoral Tenacitas, para hablar sobre el proceso de beatificación de Arrupe y su último libro.

¿Cómo Jesuita y profundo conocedor de Pedro Arrupe cómo recibió la noticia del inicio de su proceso de beatificación?
Con gran regocijo. Yo estaba convencido de que la apertura del proceso se produciría tarde o temprano, aunque había pesimismo al respecto. Ten en cuenta que el anterior superior general, padre Adolfo Nicolás me contestó hace un par de años que el asunto no estaba maduro porque aún quedaban en el Vaticano monseñores contrarios a Arrupe. El cardenal español Enrique y Tarancón dijo hace muchos años que “Arrupe se adelantó a su tiempo” y el mundo no estaba maduro para comprenderlo cabalmente. Había que esperar que llegara la hora de Arrupe y esa hora afortunadamente ha llegado. Aunque creo que ya era un santo sin hornacina.

¿Qué significado encuentra en este acontecimiento en el contexto actual de la Iglesia y del mundo?
Si Arrupe sufrió nueve años de martirio incruento e incomprensiones incluso del papa y la Iglesia que amaba, era porque su sentido profético apuntaba a acontecimientos que nos están afectando ahora mismo, como la injusticia social, la drogadicción, el diálogo Oriente Occidente, el ecumenismo, la juventud, la obsesión de una Europa autocomplaciente, la liberación de los pueblos en desarrollo. Especialmente el problema los refugiados. Increíblemente se adelantó a este drama y creó un Servicio SJ a los refugiados al contemplar esa gente sin rumbo en los “boat people”. Por eso titulé mi biografía “Arrupe, testigo del siglo XX, profeta del XXI”. Por eso Arrupe es un santo para ahora mismo y “un hombre para la eternidad”.

¿Del contacto personal que tuvo con él y del que conoce de su vida cuáles son las marcas de santidad que destacaría?
La gracia de Dios actúa sobre la materia humana que encuentra. Por eso hay santos taciturnos, tímidos, alegres, etc. Arrupe tenía una pasta humana excelente: activo, emotivo, secundario, poseía un magnetismo especial, alegría y optimismo (optimismo “patológico” le decían, y respondía: “¿Cómo no voy a ser optimista sin creo en Dios?”). Encarnaba de forma excelente el “magis” ignaciano. Después de muerto se le encontró una estampa con su “voto de perfección” (elegir lo más perfecto entre varias opciones). Pero lo que más me impacta de su santidad es que era magnánimo y generoso con los demás, y tremendamente austero consigo mismo. Apenas comía, apenas dormía. El hermano encargado de las misas, el día que fue elegido general le preguntó: “La misa de mañana, ¿se la preparo a las siete?”. Respuesta de Arrupe: “Por favor, hermano, no me parta la mañana”. Se puede ser santo y enormemente simpático. Pero sobre todo era encantadora su humildad. “Soy un pobre hombre, que intenta no poner impedimentos a la gracia de Dios”, decía.

“Aquello de lo que te enamoras, te cambia la vida”, llegaría a decir Arrupe. Eso lo aplicaba a Jesucristo. Él lo transparentaba aun sin hablar.

¿Cómo describiría a Arrupe como hombre interior? ¿Qué aspectos de su relación con Jesús más le impresionan?
Lo más importante, una gran vida de oración. Ya en el noviciado hacía una hora más de oración que sus compañeros. Huérfano de madre y de padre, su director espiritual le mostró de niño un cuadro de Jesús y María. Y de ellos se enamoró apasionadamente. “Aquello de lo que te enamoras, te cambia la vida”, llegaría a decir. Eso lo aplicaba a Jesucristo. Él lo transparentaba aun sin hablar. Como rezaba sentado a la manera oriental, un día le pregunté de qué tipo era su oración, si contemplativa, de quietud, occidental, oriental. Me contesto “de todo”. Creo que era un místico, unido a Dios, desprendido de sí mismo y como él decía “un hombre para los demás”.

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Pedro Lamet y Arrupe en 1970

Es muy fácil oír a Arrupe ser acusado de haber sido “comunista”. ¿Qué base real tiene esta acusación? ¿Cuál es la relación de Arrupe con la Teología de la liberación?
Se lo comenté un día y se echó a reír. “¿Yo comunista?” En el fondo él vivía una piedad tradicional: devoción al Sagrado Corazón, rosario, etc. Pero era un hombre de diálogo con todos y de todos. En los años cuarenta cuando era maestro de novicios en Hiroshima donde vivió la bomba atómica, la explosión que originó su energía universal, dialogaba con los monjes Zen y aprendía de sus técnicas espirituales. Llevaba dentro el “shock de futuro” y el trasvase cultural. Como no conocía bien la Teología de la Liberación, le pidió a Jon Sobrino que le diera clase durante tres días. Este teólogo decía de él: “Yo creo que a Arrupe hizo que la Compañía llegara a ser un poco más de Jesús”. Desde joven universitario en los suburbios de Madrid llevaba en el alma el grito de los pobres.

Ningún ser humano, por nuestra limitación, puede alcanzar la verdad completa. Todos tenemos parcelas de verdad que hay que saborear y valorar.

¿Qué motivó la escritura de su último libro “Saborear y Saber”?
Mi propia búsqueda. Hay momentos en que necesitas una palabra que te saque de la angustia, te libere. Recojo en forma de píldoras algunas respuestas que me he dado a mí mismo sobre el ”ego”, el dolor, la falta de sentido, la paz interior. Cuando consigues  despertar y ver claro, todo se resitúa. Desde el saber que es entender sobre todo de una forma intuitiva se llega a poder saborear este regalo que  es vivir. Pero primero es necesario despertar, romper con los tópicos, salir de la manipulación de una sociedad entontecida y consumista. Y luego lees el Evangelio de una manera sorprendentemente nueva.

En este libro recoge enseñanzas de diversas religiones. ¿Teme que lo apoden de sincretista, de ser influenciado por tendencias new age?
Parto de que el ser humano está bien hecho. Solo nos estropea la superficialidad, creer que somos el personaje con el que nos hemos identificado. Cualquier hombre de buena voluntad de cualquier religión y perdido incluso en una isla, si se sienta, aparca sus pensamientos y se une al ser interior, que está conectado con el Ser, con Dios, puede salvarse, puede liberarse. Eso no es sincretismo, es doctrina común de la  Iglesia y el Concilio. Pero además ningún ser humano, por nuestra limitación, puede alcanzar la verdad completa. Todos tenemos parcelas de verdad que hay que saborear y valorar. Por eso es necesario  tener oído atento a todos, el diálogo entre culturas y religiones, como quería Arrupe. Pero es que además el Evangelio, para mí el camino de luz más pleno, sobrenada todo el libro.

¿Cómo puede este libro ayudarnos a una mayor profundidad ya una actitud de comprensión y diálogo frente a quién es diferente?
Recuerdo que estando en la ciudad sagrada de Nara (Japón), un monje Zen me miró a los ojos y me digo. “Sé plenamente el ser que ya eres”. Somos como una cebolla con múltiples capas creadas por el papel que representamos, las caretas que usamos, la imagen que queremos dar. La meditación, la liberación de la culpa por el pasado o el miedo al futuro, nos conduce al “ahora” que conecta con la eternidad. Mientras enseñaba a adultos en Hiroshima un señor no había hecho comentarios al padre Arrupe. Este le preguntó que qué opinaba. El aludido  respondió: “No puedo opinar, porque soy sordo y no me he enterado de nada. Pero le diré algo: Le he visto, y creo en lo que usted cree”. Más tarde Arrupe dirá a los seminaristas de Thailandia: “Que os sigan no por lo que prediquéis, sino por lo que seáis”. Como Jesús, cuando despiertas y te unes a lo que en Dios eres, puedes decir: “yo soy el camino, la verdad y la vida”. Pero no es el yo pequeño el que habla, sino el yo profundo que transparenta a Dios el que atrae por ti. Ese le hizo pronunciar a Arrupe su última frase: “Para el presente, amén; para el futuro, aleluya”.

Foto de portada: Foto de capa: Jesús Martín – The living culture magazine

* Os jesuítas em Portugal assumem a gestão editorial do Ponto SJ, mas os textos de opinião vinculam apenas os seus autores.